Madrid-Cuando Dios decidió quemar Sodoma porque los hombres "tenían gustos sexuales muy suyos", pactó con Abraham que si encontraba a diez inocentes salvaría la ciudad. Pero Dios la quemó, "no se enteró de si había diez u once", ni siquiera se dio cuenta de que olvidaba a los niños, inocentes todos de ese "pecado". Por eso, "Dios no es de fiar".
Han pasado apenas dos semanas desde que el 19 de octubre llegara a las librerías "Caín", la nueva novela del Nobel de literatura portugués José Saramago, y la polémica está servida. El libro levanta ampollas en su país natal, donde un eurodiputado conservador llegó incluso a pedirle que renunciara a su nacionalidad, y la conferencia episcopal tampoco ha permanecido inmune ante la particular ironía del escritor.
Curtido en estas situaciones, Saramago no pierde la calma y afirma, con voz pausada y firme, que entender "Caín" no es incompatible con ser creyente. "Yo entiendo que una persona crea, pero que no cierre los ojos", dijo hoy durante la presentación de su libro en la madrileña Casa de América. "La fe pertenece a otro dominio de la mente" en el que no se mete. "Yo uso mi razón, mi lógica".
Al hablar por primera vez de la novela en Peñafiel, una pequeña localidad del norte de Portugal, el autor de "Ensayo sobre la ceguera" describió la Biblia como "un manual de malas costumbres", y no sentó bien. Pero lo cierto es que en el texto sagrado del cristianismo hay "una crueldad infinita, no faltan los incestos y las carnicerías" y se pueden contar más de un millón de asesinatos.
"La historia de la humanidad es, en el fondo, la historia de la muerte", afirma el Nobel. El problema es que "nosotros hemos inventado a un dios a nuestra imagen y semejanza, no al revés, y por eso es tan cruel, porque nosotros somos crueles y no sabemos inventarnos algo mejor". El hombre inventó a dios y luego se esclavizó a su ley, defiende el portugués.
A lo largo de las casi 200 páginas de "Caín" (Alfaguara), Saramago propone un viaje en el tiempo recorriendo Antiguo Testamento de la mano del primer fraticida. Y lo hace partiendo de una pregunta: ¿Qué diablo de dios es éste que para enaltecer a Abel desprecia a Caín? Porque, a juicio del escritor, Dios es el verdadero "autor intelectual" del crimen.
Tratada por reconocidos genios de la literatura como Lord Byron o John Steinbeck, la historia de Caín, que mató a su hermano Abel porque Dios no aceptó su sacrificio y fue condenado por ello a vagar eternamente, ha desatado un sinfín interpretaciones.
Desde las más estrambóticas que lo tachan del primer vampiro hasta las más racistas, que abogan por que el estigma con que Dios marcó su frente se fue extendiendo de generación en generación hasta oscurecer todo el cuerpo de los malvados "cainitas".
En la novela de Saramago, Caín se convierte en un guía privilegiado que aporta su particular lectura sobre los principales episodios bíblicos, desde el sacrificio de Isaac por Abraham, la ira de Moisés en el monte Sinaí o el Diluvio Universal. A ojos de Caín, Dios se presenta como un ser caprichoso y tirano, que en realidad revela una visión demoledora y trágica del ser humano que lo inventó.
No es la primera vez que Saramago emplea su pluma para abrir el debate sobre los dogmas religiosos. Ya lo hizo hace casi 20 años con su polémico "Evangelio según Jesucristo", y la airada reacción del gobierno, que vetó su presentación al Premio Literario Europeo de ese año, hizo que el Nobel se instalara como protesta en la isla española de Lanzarote, donde reside en la actualidad.
Sin embargo, a sus 86 años el escritor se ha planteado muchas veces por qué escribe y para qué, y tiene muy clara una cosa: "Yo no escribo para agradar, tampoco para desagradar; yo escribo para desasosegar", sostiene. "No estoy intentando salvar a la humanidad, ya es bastante salvar mi propia conciencia", explica. Pero el objetivo de su escritura es sacar de su "aborregamiento" a la sociedad actual.
Confiesa que le sorprende el revuelo generado por "Caín" en Portugal y que no entiende la reacción de la Iglesia, que es "como los perros de Pavlov", responde inmediatamente al estímulo sin ni siquiera haber leído el libro. Sin embargo, Saramago está en una etapa muy fecunda -hace apenas un año que publicó "El viaje del elefante"- y no piensa detenerse.
"Tengo 86 años y poca vida por vivir, pero la usaré para ensanchar la acción pública de mi obra", afirmó. Y, contra su costumbre, adelantó el tema sobre el que girará su próximo libro, en el que arremeterá contra la industria del armamento para seguir "desasosegando" a sus lectores.