Esto es lo presentado por el Perú en la Bienal de Venecia 2022, una chulapi (por decirlo vulgarmente), para sintetizar eso representa perfectamente el establishment del arte peruano.
Por culpa de las argollas, el elitismo, se presenta en pleno 2022, obras de Herbert Rodríguez de los años 80s (el conjunto de obras corresponde a los años 1985-1990), obras con una estética rebelde, punk, que a la sazón de hoy han sido amaestradas, obras encartonadas en formatos de galería, que pierden totalmente su vitalidad, su esencia, al salir del espacio donde fueron creadas (la calle).
Para un mejor entendimiento, les
dejo un texto de Alonso Almenara que explica claramente este conflicto con la
presentación peruana en la Bienal de Vencecia 2022:
“Tal vez el problema central de
la participación peruana en la Bienal de Venecia sea el bad timing de
Villacorta. Lo digo no solo porque las piezas presentadas son relativamente
antiguas (1985-90), sino porque la estética punk por la que ha apostado Herbert
Rodríguez durante toda su carrera está muerta, y eso lo sabe todo el mundo. Lo
saben incluso los punks que vivieron esa movida en su momento de gloria, allá
por los años setenta y ochenta. Lo saben, por más que sean generalmente
incapaces de deshacerse dignamente de esos afectos. (Se parecen a Onoda, el
soldado japonés que no se enteró, o no quiso enterarse, del final de la segunda
guerra mundial, y que siguió largos años escondido en la selva, esperando
sigilosamente a un enemigo que jamás iba a aparecer).
Nuevamente: el punk ha perdido toda su vitalidad, toda su relevancia. Y
lo digo fastidiado, sin ganas de joder. Esto es especialmente cierto en el
mundo del arte contemporáneo, donde la presencia abrumadora de los enemigos
nominales del punk (el gran capital) ha convertido esta clase de gestos en un
simulacro de subversión un poco triste y apagado, cuando no cínico y sin
contenido. No hace falta hablar de música, de lo penosas que fueron las bandas
punk de inicios de los 2000, o de lo mecánico y repetitivo que es el post-punk
contemporáneo. Ni siquiera hace falta hablar de la presencia punk en el cine,
la televisión o la cultura pop en general, donde la estética punk se han
convertido en una suerte de oscuridad genérica, un concepto vintage para
ambientar películas de super héroes, un tema de cosplay no muy inspirado.
El trabajo de Herbert puede ser todo lo digno que quieran y la verdad
es que a mí no me causan demasiada gracia los rollos de tipo "esto no es
arte" que circulan estos días en las redes. Ni cagando me sumo a esa
huevada. Pero hay que ser honestos: Herbert llega a Venecia en el peor momento
imaginable.
Es eso. La gente en el Perú se pelea realmente por las huevas. Lo que
les jode es un gesto melancólico, un final de etapa confundido con una
controversia o, peor, con una "consagración internacional". Algo que
no sé, debería enternecernos o a lo mejor entristecernos un poquito. No da para
pelearse. Que las pichulas de Rodríguez sigan levantando algunas cejas
simplemente pone el asunto en el mismo nivel inane que la controversia por la
estatua del pingón moche.”