26.4.22

EL ARTE PERUANO EN VENECIA, UNA CHULAPI.

Esto es lo presentado por el Perú en la Bienal de Venecia 2022, una chulapi (por decirlo vulgarmente), para sintetizar eso representa perfectamente el establishment del arte peruano.

Por culpa de las argollas, el elitismo, se presenta en pleno 2022, obras de Herbert Rodríguez de los años 80s (el conjunto de obras corresponde a los años 1985-1990), obras con una estética rebelde, punk, que a la sazón de hoy han sido amaestradas, obras encartonadas en formatos de galería, que pierden totalmente su vitalidad, su esencia, al salir del espacio donde fueron creadas (la calle).

Para un mejor entendimiento, les dejo un texto de Alonso Almenara que explica claramente este conflicto con la presentación peruana en la Bienal de Vencecia 2022:

 “Tal vez el problema central de la participación peruana en la Bienal de Venecia sea el bad timing de Villacorta. Lo digo no solo porque las piezas presentadas son relativamente antiguas (1985-90), sino porque la estética punk por la que ha apostado Herbert Rodríguez durante toda su carrera está muerta, y eso lo sabe todo el mundo. Lo saben incluso los punks que vivieron esa movida en su momento de gloria, allá por los años setenta y ochenta. Lo saben, por más que sean generalmente incapaces de deshacerse dignamente de esos afectos. (Se parecen a Onoda, el soldado japonés que no se enteró, o no quiso enterarse, del final de la segunda guerra mundial, y que siguió largos años escondido en la selva, esperando sigilosamente a un enemigo que jamás iba a aparecer).

Nuevamente: el punk ha perdido toda su vitalidad, toda su relevancia. Y lo digo fastidiado, sin ganas de joder. Esto es especialmente cierto en el mundo del arte contemporáneo, donde la presencia abrumadora de los enemigos nominales del punk (el gran capital) ha convertido esta clase de gestos en un simulacro de subversión un poco triste y apagado, cuando no cínico y sin contenido. No hace falta hablar de música, de lo penosas que fueron las bandas punk de inicios de los 2000, o de lo mecánico y repetitivo que es el post-punk contemporáneo. Ni siquiera hace falta hablar de la presencia punk en el cine, la televisión o la cultura pop en general, donde la estética punk se han convertido en una suerte de oscuridad genérica, un concepto vintage para ambientar películas de super héroes, un tema de cosplay no muy inspirado.

El trabajo de Herbert puede ser todo lo digno que quieran y la verdad es que a mí no me causan demasiada gracia los rollos de tipo "esto no es arte" que circulan estos días en las redes. Ni cagando me sumo a esa huevada. Pero hay que ser honestos: Herbert llega a Venecia en el peor momento imaginable.

Es eso. La gente en el Perú se pelea realmente por las huevas. Lo que les jode es un gesto melancólico, un final de etapa confundido con una controversia o, peor, con una "consagración internacional". Algo que no sé, debería enternecernos o a lo mejor entristecernos un poquito. No da para pelearse. Que las pichulas de Rodríguez sigan levantando algunas cejas simplemente pone el asunto en el mismo nivel inane que la controversia por la estatua del pingón moche.




 

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