14.11.07

Homenaje a "Le Fleurs du mal" (1857)


Un poema de Rubén Darío y otro del poeta peruano Martín Rodríguez-Gaona nos recuerdan otros dos poemas de Las flores del mal de Charles Baudelaire. De esta forma también queremos hacerle un pequeño homenaje al poeta, pues este año se cumplen 150 años de la publicación del famoso libro.


En el conocido poema “Sonatina” reconocemos varias de las mejores expresiones modernistas del poeta nicaragüense, desde el exotismo de sus temas hasta el vigor del ritmo y de la rima externas e internas. Pero también está presente el spleen, el tedio, el ineludible encuentro con la cosa de lo real y la nada, tal como lo reconoció el poeta parisiense en su época: la princesa lo tiene todo, pero yace aburrida en su silla de oro, aparte de todo el fasto. Precisamente, uno de los poemas que Baudelaire titula “Spleen” (para ser precisos, el tercero, número 88, pues hay tres más) trata, obviamente, el mismo tema, pero también tiene un personaje parecido. En este caso, sin embargo, se trata de la comparación del yo poético con un rey quien “despreciando el halago de sus educadores se aburre con sus perros y animales domésticos”.


El otro poema es “Efectos personales”, del libro de mismo título (Efectos personales, Ediciones de los Lunes, 1992) del poeta peruano Martín Rodríguez-Gaona. Aquí el tema y el ritmo son otros. “Efectos personales” es un largo poema donde se relata el paseo de un hombre que sube y baja de varios autobuses recorriendo la ciudad y acompañado de su novia, utilizando un lenguaje alegre, ligero, gracioso, y pensando en su trabajo y en la filosofía (“A pesar de la subversión, ya todo está/ en Habermas”). El poema de Baudelaire es “A una transeúnte”, donde el poeta ve pasar a una mujer y es “aniquilado” por ella con su mirada. “¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?”, se pregunta. El contacto entre el hombre y la mujer es único y verdadero, pero también es el último. El mundo moderno es el mundo de la velocidad, del desfallecimiento, donde los que presencian –o gozan— la belleza también deben conformarse con su fugitivo paso.
Transcribimos los poemas de Baudelaire, cada uno con su correspondiente “heredero”, y luego colocamos los mismos
poemas en francés.


Spleen


Yo soy como el rey de un país lluvioso,
Rico, pero impotente, joven y no obstante antiquísimo,
Que, de sus preceptores despreciando las reverencias,
Se hastía con sus perros como con otras bestias.
Nada puede distraerle, ni caza, ni halcón,
Ni su pueblo muriendo ante su balcón.
Del bufón favorito la grotesca balada
No distrae más la frente de este cruel enfermo;
Su lecho flordelisado se transforma en tumba,
Y las azafatas, para las que todo príncipe es bello,
No saben más encontrar el impúdico tocado
Para arrancar una sonrisa a este joven esqueleto.
El sabio que le hace el oro jamás ha podido
De su ser extirpar el elemento corrompido,
Y en esos baños de sangre que de los romanos proceden,
Y de los que de sus lejanos días los poderosos se recuerdan,
No ha sabido recalentar este cadáver alelado
Por el que corre, en lugar de sangre, el agua verde del Leteo.

Las flores del mal, Charles Baudelai

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